Cuando el último huésped de cada programa se retira del Castillo, nosotros lo saludamos gritando, saltando y aplaudiendo.
Es un festejo mágico, que nos ayuda a relajarnos luego de días de muchísimo esfuerzo, donde nuestra entrega al servicio es total. También nos brinda un momento para darnos cuenta que nuestra felicidad está hermanada a la felicidad de cada ser humano con quien compartimos minutos, horas o días.
Y, como todos sabemos que la felicidad aparece de a gotitas, ¡festejémosla siempre!
-Fabián Fábrega