Ayer una persona me cortó el teléfono, y recordé la frase del religioso Ledesma: “humanidad con el hermano”.
Esta persona reclamaba un descuento sobre nuestros precios (más bien pretendía que incluyéramos servicios, gratuitamente, dentro de un programa que ella había contratado… pero es la misma cosa una que otra). Esta persona basaba su reclamo en las costumbres, la flexibilidad y la ética.
Comencemos por el final: la ética. En las varias y admirables nuevas escuelas de pensamiento empresarial, la ética parte de un criterio central: el precio justo. Esto significa que los precios deben respetar a las personas y a los recursos materiales involucrados en cada etapa de la creación de nuestro servicio. Y que el margen de ganancia debe ser el necesario para que nuestra empresa logre ser sustentable. Esto implica que si otorgamos un descuento, es porque el margen de ganancia así nos lo permite; en otras palabras, un descuento implica que alguien estaba ganando de más. Consecuentemente, ¡ni un peso más, ni un peso menos!
Continuemos por la mitad: la flexibilidad. ¡No negociar no significa ser inflexible! La flexibilidad debe referirse a la capacidad de adaptar los servicios a los deseos de quien los elige. Debe referirse a la capacidad de innovar creativamente. A la capacidad de cambiar para mejorar la calidad de lo que hacemos día a día. A diseñar servicios que nadie esperaba. A aportar cada vez más al medioambiente, a la sociedad y a la economía. ¡La flexibilidad no tiene nada que ver con dar descuentos!
Finalmente, el principio: las costumbres. Me niego a tener que acostumbrarme a atender pedidos de descuento. Cuando alguien me indica un precio, respeto ese precio, pues asumo que quien lo determinó es una persona ética y flexible. Prefiero equivocarme a malacostumbrarme. Y mientras tanto, los que compartimos estas ideas, encontrémonos y disfrutemos de nuestro granito de arena en el mundo.
La “humanidad con el hermano” significa llevar a la práctica los valores en los que creemos.
-Fabián Fábrega