Mis padres, quienes prefieren que los llamen viejos, o viejitos, –en vez de los eufemismos ancianos, adultos mayores, personas de la tercera edad– son grandes seres humanos. Y también eran grandes seres humanos cuando los llamaban señor y señora, o adultos, o jóvenes, o adolescentes, o niños. Es que los grandes seres humanos son siempre grandes. Y por grande quiero decir buenos. Buenas personas que son una luz en esta sociedad. Buenas personas de quienes deseamos, y debemos, aprender. Cualquiera sea la edad de ellos y de nosotros.
Mis padres dicen que uno es el mismo, y siente lo mismo desde que nace; por eso debe aceptar los ciclos de la vida y crear en ellos un entorno de amor. Dicen que los años son posibilidad de sabiduría; sabiduría para sentir amor por uno, por el otro y por todo lo creado.
Siempre quise a los seres humanos buenos, hayan sido ellos o yo niños, adolescentes, jóvenes, adultos o viejos. Aprendí de ellos. Y lo sigo haciendo. Un ejemplo de ser humano bueno es nuestro querido tío Quique –Carlos Enrique Trechuelo–, que no es tío por parentesco sanguíneo sino por ser el mejor amigo que mi padre tiene desde su infancia. El tío Quique guarda un secreto: antes de ser viejo, fue joven (ese no es el secreto)… y árbitro de fútbol (¡ese es!). Y joven y viejo ha sido nuestro fiel amigo. Cada tanto viene a colaborar en El Castillo, haciendo compras, haciendo de mozo, haciendo de guardia… y contándonos sus atrapantes historias de vida. Aquí, un repaso en fotos de su heroica actividad antes de ser viejo (también tenemos fotos de sus actividades actuales –padre, abuelo, deportista– igualmente heroicas).
¿Ustedes conocen personas así: buenas, de quienes aprender? Seguro que sí. Entonces, ¡a honrarlas en vida!
-Fabián Fábrega
El Castillo Fabrega 