Reflexiones sobre el Coronavirus, un año después

Apenas anunciaron el inicio de la cuarentena, a mediados de Marzo de 2020, escribí unos pensamientos acerca de encontrar algo bueno hasta en las peores situaciones. Y lo bueno que encontré en esa oportunidad fue el acuerdo de todo el país en mostrar responsabilidad cívica, más allá de cualquier preferencia de otra índole. Ahora, cuando estamos enfrentando el inicio de la “segunda ola” de esta pesadilla, también encuentro algo bueno: el contagio. ¡Pero no el contagio del virus! ¡No! Lo bueno es el concepto de contagio: como sustantivo y como verbo.

Por un lado, hemos aprendido que un virus pasa de persona en persona en cualquier momento. Y pasa sin que nos demos cuenta. En este punto recuerdo algo que sucedió justo dos meses antes del inicio de la cuarentena que tanto nos impactó. Resulta que un huésped de nuestro hotel había llegado muy enfermo y a los dos días toda su familia se enfermó y también otras personas más (incluido yo); un poco graciosamente (por lo descabellado del planteo) y un mucho tristemente (por haber sufrido los modales en que este huésped lo planteó), el hombre me echó la culpa del contagio de su familia, diciéndome: “¡porque no se te ocurrirá pensar que yo, solo, voy a haber podido contagiar a mi familia y a otras personas!”. Bueno, ahora hay pocas dudas sobre cómo se transmiten los virus; y hemos tomado conciencia sobre la importancia de la higiene. Esto, para la salud de una sociedad, es algo muy bueno.

Por otro lado, hemos incorporado, tal vez de forma menos consciente y más metafóricamente, que las “cosas” pueden “pasar” de una persona a otra. Mi vecino, el que vive dos casas a la izquierda, comenzó a usar el tapabocas y a mantener distanciamiento social; y yo, que no me animaba a hacer lo mismo, me sentí motivado a hacerlo; y mi otro vecino, el que vive dos casas a la derecha, que lo hacía, pero con vergüenza, ya no se sintió tan solo; y así sucesivamente hasta que todo el barrio usó tapabocas y mantuvo distanciamiento social. Quisiera terminar este párrafo diciendo que todo sucedió tal cual, pero no. No sucedió tal cual porque algunas personas todavía “no se contagiaron” de tales buenas prácticas. Pero sucedió al menos parcialmente. Y eso, para la salud de una sociedad, es algo muy bueno.

Y por un tercer lado, hemos notado que, de la mano del contagio de las buenas acciones, ha aparecido una noción social de comprensión a las normas. Después de once meses con El Castillo cerrado, abrimos para dos programas familiares de verano y uno de Semana Santa. Y, por primera vez, nadie, pero nadie, cuestionó una norma en el hotel. ¿El horario del almuerzo finaliza a las 14:30 h? Muy bien, perfecto. Nadie exigió almorzar a las 15:30 h reclamando una excepción. ¿La piscina climatizada no está habilitada por protocolo de pandemia? ¡Pero por supuesto que debe estar cerrada! ¿A quién se le ocurriría otra cosa? Y eso, el simple respeto de las normas, ¡es algo extraordinario para nuestra sociedad!

“No es eso… no es el respeto… es que todos tienen miedo y nadie se quiere morir… es solo egoísmo”—me dijo una conocida, cuando le conté mi punto de vista. Pero no le creí. Ahora en nuestro hotel yo sentí, genuinamente, todo el tiempo, un clima de comprensión y respeto hacia las normas. Un clima muy contagioso.

Como conté en mi escrito anterior, estos son, financieramente, los peores momentos de la vida de nuestro emprendimiento. Estamos muy agradecidos por continuar a flote. Pero más agradecidos estamos por descubrir que muchas personas de nuestra sociedad se están contagiando de costumbres solidarias, comprensivas y respetuosas.

-Fabián G. Fábrega

Publicado por elcastillohotel

The FABREGA ORGANIZATIONAL CENTER

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