Nosotros, en Argentina, comenzamos a escuchar sobre hoteles all-inclusive hace ya algunas décadas. Ese término nos llegó, principalmente, desde hoteles caribeños, que brindaban todos sus servicios, ilimitadamente, en una tarifa fija. ¿Todos sus servicios? ¿Ilimitadamente? Bueno, no tan así. Hoy sabemos que esos hoteles brindan muchos servicios, sí… al menos muchos más que el servicio básico de habitación con desayuno. Comidas, bebidas con y sin alcohol, actividades de entretenimiento diurno y nocturno. Pero les cuento una anécdota personal y la visión que tenemos en El Castillo.
La primera vez que fui a un hotel all-inclusive, en una playa caribeña, me impresionó ver tantas personas en un mismo lugar. Y escuchar tanto ruido. Pero más me impresionó ver tanta gente alcoholizada. Y después me impresionó enterarme que las clases de tenis se pagaban aparte, y las clases de buceo también, y las excursiones también, y determinadas actividades que requerían que algún profesional las guiara también, y el room-service también, y las bebidas alcohólicas de buena calidad también. Y resulta que los restaurantes y las instalaciones de esparcimiento de uso libre del hotel tenían horarios ¡y hasta cupos! limitados.
Cuando con mi familia diseñamos los servicios que brindaríamos en El Castillo, decidimos lo siguiente: todo lo que pudiéramos brindar dentro del hotel, estaría incluido en una misma tarifa. Desde la comida recién cocinada hasta las clases personalizadas de pintura. Desde los talleres de música con instrumentos profesionales hasta las caminatas por senderos serranos. Desde la organización de un evento corporativo hasta el equipamiento de audio/video. En varios eventos académicos, hemos incluso ayudado a diseñar conferencias completas (escribiendo el texto y armando las presentaciones en PowerPoint).
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